Este año he estado demasiado ocupado y no tuve tiempo de hacer un artículo dedicado a las madres humornautas. Quiero que me disculpen, porque no tengo justificación. Ya les pagaré esa deuda.

De todas formas, con las postales de los colegas Abela y Garrincha que me llegaron este año para felicitar a mi mujer y demás madres de mi familia, más un texto que me agradó al leerlo en el Semanario Región de la Patagonia Argentina (no aparece la autoría), he creado este humilde espacio para que sirva de recordatorio a la fecha.

¡¡Mil millones de felicidades, madres humornautas!! ¡Y el resto de las madres, obviamente!

Casi todo el mundo conoce que el mes del libro es abril. Pero poca  gente sabe que en abril, a nivel internacional, también se celebra el mes de la risa, del humor.

¿Cómo lo celebré yo?

Como por un lado hago humor y por el otro escribo algunos libros, y leo otros, tuve doble motivo para festejar. Entonces, decidí que para este año -y para los que vienen igual- aceptaría ir a centros educacionales y culturales en los últimos quince días del mes. Ahí le rendiría homenaje al libro y al humor, juntos con mis lectores, los que disfrutan mis libros y mi humor. ¿Con quién mejor para compartir esta fiesta del libro y la risa?

En el pasado mes de enero La Seña del Humor, una reconocida agrupación escénica cubana, hubiera cumplido 26 años. Y como no siempre es 26, el colega Aramís Quintero y yo decidimos comenzar a recopilar material sobre ella, para armar un libro y así hacer justicia sobre lo que significó para el Teatro Cubano.

Este 12 de marzo estuve en la ciudad de Calama, al norte de Santiago. Me invitaron a participar en la Feria del Libro de allá. Me presenté ante niños, firmé libros y "di el punta pié inicial" a la Campaña de recaudación de libros y juguetes. Fue muy lindo todo.

Preparando esta visita fue que se nos ocurrió esta manera de ayudar a los damnificados del sismo y el tsunami.

Debemos vivir el dolor. Es sano. Hay que echar afuera esa tristeza, esa amargura, esa impotencia, esa pena, esa ira. Pero ese duelo tiene un límite. A partir de ahí, si uno no se controla,  el dolor se convierte en sufrimiento. Y el sufrimiento es dañino.

Entonces, si uno se prepara o lo ayudan, le tiene que abrir la puerta a un superhéroe que viene a salvarnos: el humor, ¡Que vengan la risa, la alegría, las emociones positivas con él!